Si el desarrollo fuera entendido en el sentido humano y social como calidad de vida, lo sustentable tendría otra connotación y sería avaluado con otros referenciales. Ese fue el intuito de las Naciones Unidas al crear el Índice de Desarrollo Humano (IDH), superando una visión economista y monetarista del desarrollo.
Definir lo sustentable en relación a las necesidades de las generaciones futuras es desconocer la progresión geométrica de las necesidades humanas y de su progreso económico correspondiente, provocando el desmantelamiento de la biodiversidad necesaria a la preservación del ecosistema e imposibilitando la reproducción de sus recursos para las generaciones futuras. Lo sustentable no puede ser definido solamente por las puras necesidades humanas, mas por la complejidad ambiental de reproducción de la vida de un ecosistema.
Hasta recientemente, los economistas no se interesaban por los temas energéticos, porque los recursos naturales tenidos como bienes libres y abundantes no necesitaban de una estimativa de precio, criterio considerado parámetro para el reconocimiento del valor objetivo de las cosas. Bienes como el petróleo y gas natural no eran valorizados, pues no se les había abierto un precio. Existían en abundancia. La naturaleza, al no tener precio, su depreciación, nunca entró en los presupuestos como la depreciación de edificios, instalaciones y equipamientos.
